Hay 12.000 nuevos desplazados en el territorio de Rutshuru, provincia de Kivu del Norte, a consecuencia directa de los enfrentamientos que desde el mes pasado oponen a dos facciones rivales del rebelde Movimiento del 23 de marzo (M23). Lo dice Simplice Kpanji, representante en Kinshasa del Alto Comisariato de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Mil familias (de un total de 4.000) se habría establecido en Ishasha, un puesto fronterizo con Uganda bajo control del gobierno, mientras otras acamparon en inmediaciones de una base de la misión de la ONU en el Congo (MONUSCO) en Kiwandja. Otras 1.500 se encontrarían en una base militar de Rumangabo (noreste). La información la facilita la agencia Misna.
La alarma ante esta nueva “catástrofe humanitaria” fue lanzada, según la emisora local ‘Radio Okapi’, por el gobernador de la provincia de Kivu del Norte, Julien Paluku. Según el funcionario, en los territorios de Masisi, Rutshuru y Lubero se ha registrado más de un millón de desplazados internos que no reciben ninguna ayuda humanitaria desde fines del 2012. “Son personas en fuga de la guerra entre el ejército y los grupos armados, pero lamentablemente la ayuda humanitaria no está a la altura de las circunstancias. Corremos el peligro de tener que contar miles de muertos en los campamentos diseminado en la región”, dijo Paluku pidiendo el apoyo del gobierno de Kinshasa y de la comunidad internacional para hacer frente a la emergencia.
La situación de los civiles es igualmente difícil en la vecina provincia de Kivu del Sur, en la que se cometen “estupros metódicos, masivos y sistemáticos, con frecuencia públicamente”, como parte integrante de una “estrategia de guerra”. El aumento preocupante del número de casos en el 2012 fue denunciado por el destacado ginecólogo Denis Mukwege, director del hospital de Panzi en Bukavu, la capital provincial. Hablando en una conferencia organizada por el centro cultural belga en Kinshasa, el médico contó que pocos días atrás tuvo que atender a una niña de seis años. Mukwege –que fue agredido en octubre del 2012 en su domicilio y que por eso se refugió por algunos meses en el extranjero– dijo haber regresado al país para “decir no a la violencia sexual, a la guerra, a la balcanización del país”, y destacó que “el retorno definitivo de la paz en el este del país es la única solución”.
La difícil situación humanitaria y el deterioro de la seguridad en el este de la República Democrática del Congo fueron tema de un encuentro tripartito que se llevó a cabo ayer en Luanda entre el presidente congoleño Joseph Kabila, el angoleño José Eduardo dos Santos y el sudafricano Jacob Zuma. Los jefes de estado se comprometieron a hacer su propia contribución para garantizar el éxito y la eficacia del plan de paz firmado el mes pasado entre 11 países africanos en Adís Abeba. La MONUSCO, con 17.000 efectivos que hasta ahora no han logrado detener al violencia, recibirá el apoyo de una brigada de intervención especial africana de 2.500 militares para controlar la seguridad a lo largo de la porosa frontera entre Congo, Ruanda y Uganda. Además del grupo rebelde M23, creado en abril del 2012, en el este del Congo están activos un sin número de grupos armados entre los que se destacan los ruandeses de las ‘Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruand (FDLR), la milicia de autodefensa Raïa Mutomboki y sus aliados Mayi Mayi, los ugandeses de las Adf/Nalu.
La alarma ante esta nueva “catástrofe humanitaria” fue lanzada, según la emisora local ‘Radio Okapi’, por el gobernador de la provincia de Kivu del Norte, Julien Paluku. Según el funcionario, en los territorios de Masisi, Rutshuru y Lubero se ha registrado más de un millón de desplazados internos que no reciben ninguna ayuda humanitaria desde fines del 2012. “Son personas en fuga de la guerra entre el ejército y los grupos armados, pero lamentablemente la ayuda humanitaria no está a la altura de las circunstancias. Corremos el peligro de tener que contar miles de muertos en los campamentos diseminado en la región”, dijo Paluku pidiendo el apoyo del gobierno de Kinshasa y de la comunidad internacional para hacer frente a la emergencia.
La situación de los civiles es igualmente difícil en la vecina provincia de Kivu del Sur, en la que se cometen “estupros metódicos, masivos y sistemáticos, con frecuencia públicamente”, como parte integrante de una “estrategia de guerra”. El aumento preocupante del número de casos en el 2012 fue denunciado por el destacado ginecólogo Denis Mukwege, director del hospital de Panzi en Bukavu, la capital provincial. Hablando en una conferencia organizada por el centro cultural belga en Kinshasa, el médico contó que pocos días atrás tuvo que atender a una niña de seis años. Mukwege –que fue agredido en octubre del 2012 en su domicilio y que por eso se refugió por algunos meses en el extranjero– dijo haber regresado al país para “decir no a la violencia sexual, a la guerra, a la balcanización del país”, y destacó que “el retorno definitivo de la paz en el este del país es la única solución”.
La difícil situación humanitaria y el deterioro de la seguridad en el este de la República Democrática del Congo fueron tema de un encuentro tripartito que se llevó a cabo ayer en Luanda entre el presidente congoleño Joseph Kabila, el angoleño José Eduardo dos Santos y el sudafricano Jacob Zuma. Los jefes de estado se comprometieron a hacer su propia contribución para garantizar el éxito y la eficacia del plan de paz firmado el mes pasado entre 11 países africanos en Adís Abeba. La MONUSCO, con 17.000 efectivos que hasta ahora no han logrado detener al violencia, recibirá el apoyo de una brigada de intervención especial africana de 2.500 militares para controlar la seguridad a lo largo de la porosa frontera entre Congo, Ruanda y Uganda. Además del grupo rebelde M23, creado en abril del 2012, en el este del Congo están activos un sin número de grupos armados entre los que se destacan los ruandeses de las ‘Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruand (FDLR), la milicia de autodefensa Raïa Mutomboki y sus aliados Mayi Mayi, los ugandeses de las Adf/Nalu.
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