Un acuerdo suscrito ayer para el reinicio sursudanés de ventas petroleras suspendidas por los enfrentamientos hace un año despierta interés en Sudán y en la región y consolida otros consensos hacia una solución del conflicto bilateral, según informa la agencia Prensa Latina.
La promesa de Sudán del Sur de volver en cuanto sea técnicamente posible a explotar los pozos que mantuvo cuando se independizó en julio de 2011, al tiempo que Sudán conservó los oleoductos, estimuló también expectativas internacionales.
Los documentos signados del viernes pasado a este martes en Addis Abeba reajustan y complementan otros diseñados en 2012 para reiniciar la producción a través del mar Rojo y repartir parte de las ganancias entre los dos estados, comentaron observadores.
La comunidad internacional y organismos como la ONU recibieron también con aprobación el establecimiento de una zona fronteriza desmilitariza, medida imprescindible para aplicar el resto de los acuerdos.
Ese paso, que implica la retirada de los dos ejércitos hacia del interior de sus respectivos territorios, puede contar ahora con el respaldo de mecanismos de verificación y supervisión para la seguridad entre los dos estados, según el organismo mundial.
Sobre la base de esa infraestructura, vital para los dos países y para la subregión, pueden instalarse ahora las demás medidas de explotación petrolera, repartición de ingresos vitales para los dos países y otros requerimientos de orden fronterizo.
Las reuniones y proyectos de documentos concebidos durante estos dos últimos años tuvieron un particular impulso con los acuerdos del 27 de septiembre último entre los presidentes de Sudán, Omar al Bachir, y de Sudán del Sur, Salva Kiir.
Ambos líderes fijaron medidas sobre seguridad mutua, estatus de sus ciudadanos y otros aspectos sobre fronteras y problemas económicos, aunque sin contemplar un calendario que impidiera frustrarse o estancarse su adecuada aplicación.
El diálogo con la mediación de la Unión Africana, representada por el expresidente sudafricano Thabo Mbeki, logró en esa ocasión un compromiso de pago por Juba a Jartum de 9,48 dólares por cada barril de petróleo exportado.
La producción de combustible, interrumpida en enero de 2012 por discrepancias y choques militares que estuvieron al borde de conducir a una guerra abierta entre esas naciones, resulta el paso más inmediato para insuflar liquidez a sus menguadas arcas.
En los países que antes integraron un solo Estado, asolado por siglos de pobreza y 50 años de cruentas guerras que siempre fluctuaron alrededor del petróleo, esos ingresos pueden en verdad reactivar sus economías y estimular proyectos inversionistas del propio sector.
Con independencia de la temporalidad del acuerdo de septiembre último, la inyección de divisas puede al menos cubrir los tres años iniciales que establece ese documento, vencido el cual se estipuló la firma de otro, en caso que Juba decida hacerlo.
Los avances se vieron frenados, sin embargo, por la falta de continuidad y la suspicacia mutua de las partes, que no garantizaron en la práctica la creación de la mencionada zona desmilitarizada y otras garantías para materializarlos.
Las negociaciones y acuerdos del pasado año sobre los pocos puntos en que coincidieron ambos gobiernos estuvieron signados por incursiones y combates fronterizos de las partes alrededor de zonas ricas en crudo.
Ambos ejércitos mantuvieron tropas en regiones petroleras limítrofes y sus gobiernos reiteraron mutuas acusaciones sobre apoyo del otro a respectivas guerrillas en demarcaciones limítrofes.
Los acuerdos de este marzo constituyen, pues, un resumen de los intentos de año y medio por un futuro de paz entre los dos países, decisivo para la estabilidad regional. Solo falta que esta vez sean aplicados.
Los documentos signados del viernes pasado a este martes en Addis Abeba reajustan y complementan otros diseñados en 2012 para reiniciar la producción a través del mar Rojo y repartir parte de las ganancias entre los dos estados, comentaron observadores.
La comunidad internacional y organismos como la ONU recibieron también con aprobación el establecimiento de una zona fronteriza desmilitariza, medida imprescindible para aplicar el resto de los acuerdos.
Ese paso, que implica la retirada de los dos ejércitos hacia del interior de sus respectivos territorios, puede contar ahora con el respaldo de mecanismos de verificación y supervisión para la seguridad entre los dos estados, según el organismo mundial.
Sobre la base de esa infraestructura, vital para los dos países y para la subregión, pueden instalarse ahora las demás medidas de explotación petrolera, repartición de ingresos vitales para los dos países y otros requerimientos de orden fronterizo.
Las reuniones y proyectos de documentos concebidos durante estos dos últimos años tuvieron un particular impulso con los acuerdos del 27 de septiembre último entre los presidentes de Sudán, Omar al Bachir, y de Sudán del Sur, Salva Kiir.
Ambos líderes fijaron medidas sobre seguridad mutua, estatus de sus ciudadanos y otros aspectos sobre fronteras y problemas económicos, aunque sin contemplar un calendario que impidiera frustrarse o estancarse su adecuada aplicación.
El diálogo con la mediación de la Unión Africana, representada por el expresidente sudafricano Thabo Mbeki, logró en esa ocasión un compromiso de pago por Juba a Jartum de 9,48 dólares por cada barril de petróleo exportado.
La producción de combustible, interrumpida en enero de 2012 por discrepancias y choques militares que estuvieron al borde de conducir a una guerra abierta entre esas naciones, resulta el paso más inmediato para insuflar liquidez a sus menguadas arcas.
En los países que antes integraron un solo Estado, asolado por siglos de pobreza y 50 años de cruentas guerras que siempre fluctuaron alrededor del petróleo, esos ingresos pueden en verdad reactivar sus economías y estimular proyectos inversionistas del propio sector.
Con independencia de la temporalidad del acuerdo de septiembre último, la inyección de divisas puede al menos cubrir los tres años iniciales que establece ese documento, vencido el cual se estipuló la firma de otro, en caso que Juba decida hacerlo.
Los avances se vieron frenados, sin embargo, por la falta de continuidad y la suspicacia mutua de las partes, que no garantizaron en la práctica la creación de la mencionada zona desmilitarizada y otras garantías para materializarlos.
Las negociaciones y acuerdos del pasado año sobre los pocos puntos en que coincidieron ambos gobiernos estuvieron signados por incursiones y combates fronterizos de las partes alrededor de zonas ricas en crudo.
Ambos ejércitos mantuvieron tropas en regiones petroleras limítrofes y sus gobiernos reiteraron mutuas acusaciones sobre apoyo del otro a respectivas guerrillas en demarcaciones limítrofes.
Los acuerdos de este marzo constituyen, pues, un resumen de los intentos de año y medio por un futuro de paz entre los dos países, decisivo para la estabilidad regional. Solo falta que esta vez sean aplicados.
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