Informa la Agencia Misna de que, entre el 2011 y el 2012 se han logrado
avances importantes en el camino hacia un mundo sin ‘bombas racimo’
(‘cluster bombs’): lo destaca el ‘Cluster Munition Report’, un informe
publicado cada año por cinco organizaciones internacionales
comprometidas en la lucha por el desarme y en particular contra las
minas antipersonal y las bombas racimo.
El informe, que fue presentado hoy en
Londres, señala que sólo en el 2011 fueron destruidas 107.000 municiones
y 17,6 millones de sub-municiones de bombas racimo almacenadas en
diferentes arsenales. Además, las operaciones de limpieza han permitido
desactivar 48.000 sub-municiones sin estallar en diez estados y dos
regiones.
Las ‘bombs racimo’ son contenedores que
se abren en el aire y esparcen artefactos explosivos más pequeños
(sub-municiones) en una amplia superficie. A pesar de que están
proyectadas para ello, las submuniciones no siempre estallan en contacto
con el suelo, razón por la cual constituyen una amenaza “dormida”
incluso más peligrosa que las minas antipersonal para la reanudación de
la vida en zonas donde hubo conflictos armados. “Son artefactos que
afectan de modo indiscriminado sobre todo a civiles –dice a la MISNA
Giuseppe Schiavello, director de la Campaña Italiana contra las Minas– y
constituyen un serio obstáculo para la vida social y económica en las
zonas contaminadas”.
Durante el 2011, tres nuevos países
–entre ellos Italia– ratificaron la Convención de Oslo contra las bombas
racimo, y en los primeros seis meses del 2012 otros tres países
siguieron el mismo camino (Hungría, Suecia y Suiza). Sin embargo estas
bombas siguieron produciendo víctimas (en total 55) en Camboya, Irak,
Laos, El Líbano, Sudán y Sahara Occidental.
“El informe demuestra claramente que la
Convención de Oslo está logrando su objetivo de poner fin a los
sufrimientos causados por la s’bombas racimo’”, dijo Laura Cheesman,
directora de la ‘Cluster Munition Coalition’, la coalición de la ONG que
congrega a la sociedad civil en este frente. “Pedimos a todos los
países que aún no lo han hecho que adhieran a la Convención –concluyó
Cheesman– todos deben hacer su contribución para eliminar estos
artefactos para prevenir las consecuencias para los civiles durante y
después de los conflictos armados”.
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