Según informa la Agencia Prensa Latina, el vicepresidente iraquí Tariq al Hachemi fue condenado hoy en ausencia a
la pena de muerte por su participación en la muerte violenta de un
abogado y un general del Ejército, mientras una ola de atentados
estremece a este país.
Diversos atentados dinamiteros, y uno de ellos por un comando que
conducía un automóvil cargado de explosivos, dejaron un saldo de 58
muertos y más de 120 heridos, algunos de los cuales están en peligro de
muerte.
La más mortífera de las acciones ocurrió en Samarra (sur) por la explosión de dos automóviles cargados de explosivos en la puerta de una mezquita chiíta que mataron a 16 personas e hirieron a más de un centenar, dijo un recuento policial.
En un ataque con explosivos contra una unidad militar de la población septentrional de Dujail, 11 soldados murieron y siete sufrieron heridas.
Otros ocho hombres perdieron la vida en Kirkuk (norte) mientras esperaban para alistarse en la policía, cuando un comando que conducía un automóvil cargado de explosivos lo estrelló contra la instalación.
En esta capital dos personas perdieron la vida por un atentado dinamitero y varias más, hasta la cifra de 58, en acciones similares en las localidades sureñas de Samarra, Baquba, Basora y Tuz Jurmato.
Una bomba colocada en la puerta del Consulado de Francia en Nassiriya, también en el sur, hirió leve a dos transeúntes y causó daños materiales en la construcción.
Además de la acusación de asesinato, al Hachemi, ahora fugitivo, enfrenta otros 149 cargos por corrupción y delitos que abarcan casi todo el Código Penal iraquí junto a su yerno Ahmed Qahtan y sus guardaespaldas.
Los encartados, de la secta sunita del Islam, son asociados a emboscadas y atentados dinamiteros contra funcionarios del Gobierno y militares de las fuerzas armadas, creyentes de la escuela de pensamiento musulmana chiíta.
Hachemi, un sunita, abandonó Irak en diciembre pasado y, según su sitio web, está asilado en Catar, desde donde asegura que los cargos en su contra tienen motivaciones políticas.
La ola de violencia de hoy es ligada a motivaciones políticas y son un reflejo de las pugnas en el interior del Gobierno, encabezado por el primer ministro chiíta Nuri al Maliki, de una parte y, de la otra, sus ministros sunitas, que lo acusan de pretender monopolizar el poder.
Asimismo se oponen al Gobierno, por separado, yijadistas, partidarios de Al Qaeda, grupos movidos por causas confesionales o regionalistas e integrantes del Partido del Renacimiento Arabe Socialista, seguidores del derrocado y asesinado presidente Saddam Hussein.
Maliki, además, se ha atraído las iras de diversos sectores por su renuencia a sumarse a las presiones regionales contra Irán, país con el cual Irak tiene fronteras, además de pronunciarse a favor de una solución negociada a la crisis siria.
La más mortífera de las acciones ocurrió en Samarra (sur) por la explosión de dos automóviles cargados de explosivos en la puerta de una mezquita chiíta que mataron a 16 personas e hirieron a más de un centenar, dijo un recuento policial.
En un ataque con explosivos contra una unidad militar de la población septentrional de Dujail, 11 soldados murieron y siete sufrieron heridas.
Otros ocho hombres perdieron la vida en Kirkuk (norte) mientras esperaban para alistarse en la policía, cuando un comando que conducía un automóvil cargado de explosivos lo estrelló contra la instalación.
En esta capital dos personas perdieron la vida por un atentado dinamitero y varias más, hasta la cifra de 58, en acciones similares en las localidades sureñas de Samarra, Baquba, Basora y Tuz Jurmato.
Una bomba colocada en la puerta del Consulado de Francia en Nassiriya, también en el sur, hirió leve a dos transeúntes y causó daños materiales en la construcción.
Además de la acusación de asesinato, al Hachemi, ahora fugitivo, enfrenta otros 149 cargos por corrupción y delitos que abarcan casi todo el Código Penal iraquí junto a su yerno Ahmed Qahtan y sus guardaespaldas.
Tariq al Hachemi |
Los encartados, de la secta sunita del Islam, son asociados a emboscadas y atentados dinamiteros contra funcionarios del Gobierno y militares de las fuerzas armadas, creyentes de la escuela de pensamiento musulmana chiíta.
Hachemi, un sunita, abandonó Irak en diciembre pasado y, según su sitio web, está asilado en Catar, desde donde asegura que los cargos en su contra tienen motivaciones políticas.
La ola de violencia de hoy es ligada a motivaciones políticas y son un reflejo de las pugnas en el interior del Gobierno, encabezado por el primer ministro chiíta Nuri al Maliki, de una parte y, de la otra, sus ministros sunitas, que lo acusan de pretender monopolizar el poder.
Asimismo se oponen al Gobierno, por separado, yijadistas, partidarios de Al Qaeda, grupos movidos por causas confesionales o regionalistas e integrantes del Partido del Renacimiento Arabe Socialista, seguidores del derrocado y asesinado presidente Saddam Hussein.
Maliki, además, se ha atraído las iras de diversos sectores por su renuencia a sumarse a las presiones regionales contra Irán, país con el cual Irak tiene fronteras, además de pronunciarse a favor de una solución negociada a la crisis siria.
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