El 5 de noviembre de 2001, la Asamblea General declaró el Día
Internacional para la prevención de la explotación del medio ambiente en
la guerra y los conflictos armados, el cual se celebrará el 6 de
noviembre de cada año (resolución 56/4 ).
Aunque la humanidad siempre ha contado sus víctimas de guerra en términos de soldados y civiles muertos y heridos, ciudades y medios de vida destruidos, con frecuencia el medio ambiente ha sido la víctima olvidada. Los pozos de agua han sido contaminados, los cultivos quemados, los bosques talados, los suelos envenenados y los animales sacrificados para obtener una ventaja militar.
Además, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) señala que en los últimos 60 años al menos el 40% de los conflictos internos han tenido alguna relación con la explotación de los recursos naturales, tanto por ser considerados de «mucho valor», como madera, diamantes, oro, minerales o petróleo, como por ser escasos, por ejemplo, la tierra fértil y el agua. Cuando se trata de conflictos relativos a los recursos naturales se duplica el riesgo de recaer en el conflicto.
Las Naciones Unidas concede gran importancia a garantizar que la actuación sobre el medio ambiente es parte de la prevención de conflictos, del mantenimiento de la paz y de las estrategias de consolidación de la paz, porque no puede haber paz duradera si los recursos naturales que sostienen los medios de subsistencia y los ecosistemas son destruidos.
Mensaje del Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, con motivo del Día
Internacional para la prevención de la explotación del medio ambiente en
la guerra y los conflictos armados 2012
La guerra y los conflictos armados destrozan el tejido del desarrollo
sostenible. Propagan la pobreza, lastran las oportunidades y socavan
los derechos humanos fundamentales. Ningún país afectado por conflictos
ha logrado todavía uno solo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Dirigiendo la vista más allá del plazo de 2015 para cumplir los
Objetivos de Desarrollo del Milenio, debemos reconocer que la paz y la
seguridad constituyen una «cuarta dimensión» crucial del desarrollo
sostenible.
También tenemos que reconocer que la paz duradera y el desarrollo
después de los conflictos dependen de la protección ambiental y la buena
gobernanza de los recursos naturales. No puede haber paz si la base de
recursos de la que depende la gente para su sustento y sus ingresos
queda dañada o destruida, o si su explotación ilegal financia o provoca
conflictos.
Desde 1990, al menos 18 conflictos violentos se han visto
alimentados por la explotación de recursos naturales como la madera, los
minerales, el petróleo y el gas. En ocasiones, esto se debe a daños
ambientales y a la marginación de poblaciones locales que no llegan a
beneficiarse económicamente de la explotación de los recursos naturales.
Más a menudo, se debe a la avaricia.
En el Afganistán, algunos han expresado el temor de que los
depósitos minerales recién descubiertos —cuyo valor se estima en 1
billón de dólares— puedan perpetuar el conflicto civil. En la zona
oriental de la República Democrática del Congo, las ricas reservas de
estaño, tantalio, tungsteno y oro, que podrían utilizarse para mejorar
el nivel de vida de millones de personas, se están destinando a
financiar grupos armados y prolongar la violencia. Y en toda África, se
está diezmando la población de elefantes a causa del comercio mundial
ilícito de marfil, que a su vez está financiando a rebeldes, redes de
delincuencia y otras fuerzas desestabilizadoras.
Hasta la fecha, se ha encomendado a seis misiones de mantenimiento
de la paz de las Naciones Unidas el mandato de apoyar la capacidad de su
país anfitrión para restablecer el control de su base de recursos y
detener la extracción ilícita por parte de grupos armados. Sin embargo,
necesitamos un mayor énfasis internacional en la gestión de los recursos
naturales en la prevención de conflictos, el mantenimiento y la
consolidación de la paz.
Reafirmemos en este Día Internacional nuestro compromiso con la
gestión sostenible y la salvaguardia de recursos minerales vitales en
tiempos de guerra y paz. Hagamos más por prevenir los conflictos por los
recursos naturales y maximizar los beneficios derivados de estos
recursos para mantener y consolidar la paz. Debe impedirse que la
maldición de los recursos siga socavando la seguridad de Estados
frágiles y asolados por los conflictos y los fundamentos del desarrollo
sostenible.
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